viernes, 11 de julio de 2008

SAN JUAN, UNA LUZ PARA ESTA NARRADORA...


Todo el país, fue lo que imaginaba... ilusión y desilusión, esperanza y dolor, amistad con vino y empanadas..., un camino que todo argentino debería caminar, para comprender lo diferente que es todo más allá de la Plaza de Mayo.
Todo el país, fue algo particular.
Cada sonrisa, cada nuevo amigo, cada agradecimiento.
Pero San Juan me sacudió el corazón...
Hace veinticinco años la visité por primera vez, en aquel momento, tanto San Juan, su capital, como Calingasta, fueron una bocanada de "despertar". Lamento no poder explicarles más, porque aún es difícil para mí, comprenderlo.

Para hacer una especie de intento de acercamiento a esa comprensión, van dos notas; la primera, de una maravillosa dama sanjuanina, que deseaba conocer, después de haber leído uno de sus libros... "Sabores de la memoria" de Hebe Almeida de Gargiulo. De la introducción de ese libro, algo que tal vez me recordó otra vida, o algo atemporal, de ésta... "Una típica arquitectura lugareña definía los ambientes: acequia rumorosa bordeada de ojos de gringo y madreselvas; un puentecito de palos y barro para acceder a la vereda de tierra; la puerta de calle, el amplio zaguán que terminaba en la cancel de prolijos vidrios esmerilados y tallas señoriales y, atravesándola, la galería poblada de plantas, pájaros, enredaderas y perfumes.

...la despensa rebosante de conservas caseras, tabletas, dulce de membrillo en panes dorados, higos secos, pasas dulcísimas y orejones... y la cocina. Aquí quería llegar, pero debo señalar que la cocina se ubicaba justo en el límite entre el patio y el "traspatio". Este último era el lugar preferido por los niños por muchas y valiosas razones: Un sauce llorón descolgaba sus ramas sobre el antiguo mesón en el que se preparaban todas las delicadezas culinarias, y en el que comían las criadas y el peón "del sitio"; además desde las sillas de totora, bajitas y cómodas, escuchábamos mil historias que nos enriquecían y atemorizaban. Era el lugar del encantamiento"...


Después de haber conocido a esta bella mujer, en todo sentido...; de la mano de otros sanjuaninos, Guillermo, desde el regalo, y Marcelo, desde su voz, me abrieron el pecho con los versos de Leonidas Escudero, poeta, vecino de esos pagos... con su "Leña de cuerno de cabra". Algo de entre sus palabras, me hizo sentir que en San Juan, se siente así:


Yo soy en la cordillera,

leña de cuerno de cabra.

Doy fuego que no se apaga,

en brazos de la tormenta.

Buscame bajo las piedras

y hallarás mi corazón,

que siendo puro dolor,

ha de alumbrar tu camino.

Porque yo soy como soy,

y vivo amando escondido...


Todo lo respiré allí, en San Juan, lo soñé antes, lo viví después... y lo añoro, desde siempre...


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